Había
una vez una llama que estaba sola en el mundo, sin nadie que la acompañara, su
nombre era Yakana. Siempre en las noches miraba el cielo y decía “que lindo seria estar compartiendo con esos puntitos
blancos”
Un día la llama tenia mucho frío y le pide a la luna que le ayudara
a soportar el frío y ella le regala un hermoso
manto blanco.
La Yakana, sorprendida con esto, desea muchas
mas cosas, pero la luna le dijo -“piensa
bien lo que desearás”-, entonces la Yakana pasaba pensando cada día y noche en
un deseo que valiera mucho y esperaba que apareciera la luna para pedirle, pero
esta no apareció en mucho tiempo. Un día
la llama casi muriendo de sed, le pide auxilio al sol y él le brinda un
manantial para que se refresque, pero con la condición de que ella tome agua en
la noche y sin el manto blanco que le regaló la luna. Además le dice que si no
toma esa agua diariamente, el mundo se hundiría por y todos morirán. La llama
acepto muy feliz. Llegaban las noches, y la Yakana como era de costumbre iba a
tomar agua, una vez se le quedo el manto al lado del manantial y al otro día ya
no estaba, la luna apareció y como era tan buena le dio uno, pero siempre se le
quedaba así que todos los días le regalaba uno de distinto color para que no
tuviera frío.
Era tan amigo del sol y la luna
que ellos le propusieron que fuera a vivir con ellos al cielo y como era su
sueño quiso de inmediato, pero con el compromiso de venir todas las noches a
visitar su mundo. Una noche, un hombre encontró el manto de la Yakana y
asombrado con su esplendor, se lo fue a devolver, pero ya no estaba. El hombre
era muy humilde y como vio ese manto tan hermoso lo fue vender y le trajo mucha
riqueza. Desde ese día el hombre adoraba a la Yakana todos los días y le hacia
culto justo en el lugar que la vio.

Cuento hecho para Culturas Originarias de Chile, 2012
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